Texto de David Jarne publicado en Dirio del Altoaragón el 13/06/2015
Hace dos años y medio que vivo a 10.000 km de Huesca y, todavía son muy pocas veces las que revisando la actualidad informativa de la que siento como mi ciudad me llevo alguna alegría. Llevamos mucho tiempo con políticas regresivas que llevan nuestra sociedad al abismo, algo que para un treintañero como yo genera mucha frustración. Pero, de pronto, comienza a verse un cambio. Lamentablemente, la información me llega a través de los ecos que se reproducen de forma digital, y este suele ser un medio demasiado viciado para la comunicación. No obstante, me atreveré a participar del debate de los últimos días que, aunque encuentro desenfocado (es una parte pequeña de un acuerdo mayor con puntos más importantes), veo que está muy animado y me genera mucha ilusión que al fin se haya producido de forma seria.
Me refiero a la valentía del proyecto político de Cambiar Huesca al afrontar, de una vez por todas, el tema antitaurino (algo previsible, pues bien constatadas son las posturas al respecto de los confluyentes en el proyecto) con el objetivo de la “paulatina desaparición de los festejos taurinos“. Y me asombra que haya gente llevándose las manos a la cabeza con dicho debate, que ya se ha dado con importantes avances en ciudades como Barcelona, Bogotá o México DF y se ha conseguido la abolición en regiones como Canarias, algunas ciudades de Asturias, etc. Incluso, a nivel internacional, en las últimas décadas, Uruguay, Argentina, Cuba, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Perú y, actualmente en trámite en Venezuela, han aprobado leyes decretando la abolición de esta práctica como último reducto del maltrato animal. Como oscense en el extranjero, me genera muchísima ilusión que Huesca pueda sumarse a esa lista de dignidad y librarse de ese lastre al que nos enfrentamos los españoles por el mundo cuando nos preguntan por qué todavía se permite la atrocidad de la tauromaquia.
Y, si bien no soy partidario de las prohibiciones, mi deseo es que prácticas semejantes dejen de ser subvencionadas (directa o indirectamente) con el dinero de la ciudadanía y se emplee este para más provechosos menesteres. Felicidades Huesca, el debate está servido, le deseo a mi ciudad que lo desarrolle con calma, madurez y sobriedad. Abordémoslo pues, con valentía antitaurina.