De Diario del Altoaragón de 12/08/2015. Por Íñigo Aramendi, concejal de Cambiar Huesca
Íñigo Aramendi. | D.A. Desde hace pocas décadas los grupos más sensibilizados con el maltrato animal han venido reivindicando un buen trato a los animales, que debemos observar como un avance social. A pesar de la crisis, estamos entrando en la era de los Derechos de Tercera Generación, como el medio ambiente, los recursos naturales, las generaciones futuras o la paz. Incorporemos a esta dinámica de evolución social el derecho a convivir con armonía con nuestros compañeros de planeta. Es imprescindible plantearnos cómo tratamos a los animales en todos los ámbitos (doméstico, ferias, industria, zoo…).
En este sentido, las corridas de toros son paradigmáticas. Parto de la premisa, incontestablemente objetiva, de que una corrida de toros es un ejercicio de maltrato animal. Cada vez es mayor la conciencia animalista y ha aumentado la contestación social ante el maltrato animal en general y ante los festejos taurinos en particular. Quienes defienden las corridas basan su defensa en argumentos de tipo cultural, económico, turístico, etc. Pero lo cierto es que los festejos han entrado en una tendencia de caída fruto, entre otras razones, de esa mayor conciencia animalista. Un informe de julio de 2015 por la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y el Maltrato Animal (AVATMA) indica que el número de festejos en plaza ha pasado de 3.651 en 2007 a 1.868 en 2014, con una disminución cada año y un descenso total del 51 % entre 2007 y 2014. El informe recoge datos también relativos al empleo en la tauromaquia, el uso de las plazas de toros, la sostenibilidad de la dehesa, etc. Quisiera destacar dos aspectos del informe. Por un lado, que exceptuando unos pocos profesionales y ganaderías, el empleo que se genera es ficticio e insostenible sin las numerosas subvenciones que directa e indirectamente se reciben de las Administraciones e indirectamente de la Unión Europea a través de la PAC y los fondos FEDER. Por otro lado, el informe señala que hay 1.721 plazas de todas las categorías y el 74,3% no organizaron festejos en 2014.
Nos encontramos en un contexto de aumento de la conciencia animalista y de disminución de los festejos, lo que muestra una tendencia a un modelo social libre de maltrato animal, no sólo es deseable sino percibido por muchas personas como inevitable ya que es una evolución social positiva. Mientras tanto, en oposición a las iniciativas animalistas, y con el apoyo de ciertos medios de comunicación, hay quienes presentan a los grupos animalistas y sus propuestas como intolerantes, violentos, impositivos, etcétera. La realidad es otra. Lo que se pone encima de la mesa es un tema para dialogar socialmente. En segundo lugar, y pongo el ejemplo de Huesca, se pretende que ese diálogo se articule en un proceso participativo donde la población, bien informada y formada, pueda decidir. En tercer lugar, y aunque el objetivo de fondo del pensamiento animalista es la eliminación de la tauromaquia, la estrategia no es la prohibición sino el diálogo y la participación y la puesta en marcha de alternativas de ocio para quienes no desean participar en los festejos taurinos.
Quisiera terminar con una breve reflexión. Es posible pensar que los festejos taurinos dan identidad y construyen tradición. Pero lo cierto es que la identidad y la tradición van cambiando. Podemos imaginar unas fiestas sin toros igualmente participativas y entretenidas. Podemos también decidir no imaginar eso y pensar que es mejor que las cosas no cambien. Pero entonces, ¿a dónde caminamos como sociedad si no nos permitimos introducir preguntas, cuestionamientos y nuevos enfoques?