Por Ricardo Zabau Turbidi
A tenor de lo aparecido en algunos medios de comunicación, podría parecer que el anuncio de modificación de esas 3 ordenanzas municipales genera cierta preocupación en la ciudadanía.
Sin embargo, si el grupo municipal de Cambiar Huesca debiera guiarse por las sugerencias formuladas a través del buzón de atención ciudadana del ayuntamiento, la aplastante mayoría de voces favorables a la modificación de esas ordenanzas podría indicar que la iniciativa es mayoritariamente bien acogida por la ciudadanía oscense.
Este grupo municipal, como no podía ser de otra manera, respeta todas las opiniones y sugerencias. Y acogiendo especialmente las contrarias a su gestión (ya que le obligan a mejorar sus planteamientos), no puede sino achacarlas a deficiencias en la transmisión de la información.
Temen sectores de la ciudadanía ver limitado su derecho a disfrutar de nuestros parques porque los perros vayan a correr sueltos. Este temor no está justificado, ya que la modificación de esas ordenanzas contempla que los perros tengan que transitar por las zonas verdes debidamente sujetos con correa. Y, desde luego, no podrán circular, ni siquiera atados, por los lugares destinados a los juegos infantiles. Sirva esto para alejar esos temores.
Consciente de que las personas propietarias de animales deben contar con espacios de esparcimiento para sus perros (aunque sólo sea para evitar que lo hagan en los parques), el Ayuntamiento acotará claramente esos espacios, indicando las normas a seguir en cumplimiento de las ordenanzas municipales.
En cuanto a la exposición de animales de compañía en los escaparates de las tiendas, el continuo abandono de perros y gatos sugiere que es necesario desincentivar los estímulos comerciales a su adquisición. Y es que tener una mascota comprende unos deberes que no todas las familias están dispuestas a asumir. Durante los períodos vacacionales, Semana Santa y verano, crece alarmantemente el número de animales de compañía abandonados en las gasolineras, asociaciones protectoras o la calle: un problema que tenemos que atajar.
La prohibición de que se celebren en nuestra ciudad espectáculos con animales no es sino una consecuencia de la creciente sensibilidad de nuestra sociedad hacia el sufrimiento ajeno. A nuestra madura ciudadanía le duele el obligado cautiverio de los demacrados tigres y leones, elefantes y caballos, que solían mostrarse en los circos; nuestros niños y niñas ya no consiguen identificarse con el látigo del domador. Y es que la creciente empatía animalista se ha convertido en patrimonio de la mayor parte de nuestras avanzadas sociedades.
Ricardo Zabau Turbidi