Carmen García, miembro de Cambiar Huesca Perpleja estoy todavía
Anonadada por lo que vi una noche de verbena durante las fiestas del barrio San José de Huesca. Las autoridades, siguiendo instrucciones al abrigo de la Ley 11/2005 de Espectáculos Públicos de Aragón, negaban la entrada a menores que no fueran con sus padres o tutores. El despropósito llegaba hasta tal punto que ni los abuelos podían entrar con sus nietos, ni parejas con amigos de sus hijos pequeños. Mientras tanto, los menores delante de la carpa, en los bancos, reunidos en pequeños rebaños, bebiendo y departiendo, con una indiferencia espantosa.
Esta ley 11/2005, que fue aprobada por las Cortes de Aragón, promulgada después del penoso y triste caso “Madrid Arena“, no ha hecho más que emporcar más aún la situación de los jóvenes. La perplejidad con la que encabezo la carta se eleva a la máxima potencia cuando conoces que con 16 años se pueden tener relaciones sexuales con un adulto sin que sea delito y, próximamente, podrán entrar a los festejos taurinos con esa edad, y sirva como detalle decir que el permiso para cazar se puede obtener con 14 años y, lo más sangrante, pueden desahuciarlos junto a sus padres ante la mirada impasible de las instituciones. Les aseguro que las carpas de los barrios son lugares cuanto menos seguros: las personas que están detrás de la barra saben perfectamente a qué se enfrentan si venden bebidas a menores, no se puede fumar dentro, es poco probable que las peleas se produzcan, pero aun así hay guardias de seguridad, el ambiente suele ser festivo y relajado, donde no es difícil ver adolescentes compartiendo espacio con adultos y personas mayores. Ya la asociación de vecinos del Barrio María Auxiliadora, cuando yo la presidía, presentó alegaciones al proyecto de ley, que se nos antojaba un dislate aplicado a las fiestas vecinales. Como activista social, no pueden imaginarse el trabajo que nos cuesta atraer a jóvenes y adolescentes a nuestras actividades. ¿Cómo vamos a negar la entrada a los menores si precisamente las fiestas son lugar de encuentro y reencuentro, convivencia de generaciones y conocimiento mutuo? Las alegaciones fueron papel mojado. Por eso, entiendo el gesto de la asociación de no querer una carpa cerrada para las próximas fiestas y abrirla por dos de sus lados. Tan sencillo como eso. Porque, por un lado, los menores ya pueden disfrutar del baile y con ello visibilizan lo absurdo de una ley artificial que sólo hace que entorpecer la convivencia vecinal y, por otro, apuestan por que los jóvenes formen parte de las fiestas, disfrutándolas sin que sea un delito. A cambio, el frío y/o la lluvia puede hacer fracasar sus fiestas. Pero es cierto que, a veces, pérdidas tan costosas dan credibilidad a sus decisiones.
Mientras tanto, nuestros jóvenes se marchan a las fiestas de los pueblos cercanos, en busca de nuevos escenarios, ante una ciudad que no ofrece alternativas de ocio juvenil, ni en fiestas, ni fuera de ellas. Pero de este tema ya hablaremos más adelante, porque es de una aridez tal que me tiene no perpleja, sino enfurecida.
Carmen García